sábado, 16 de julio de 2016

Carta abierta al miembro del ESMAD que asesinó a un joven inocente en Boyacá

Por. Favio Andrés Olarte Artunduaga
Las2orillas Julio 15 de 2016. 

 Carta abierta al miembro del ESMAD que asesinó a un joven inocente en Boyacá

Teniendo en cuenta que el crimen que usted cometió tomó lugar en el país de la impunidad, sé que tal vez nunca se va a conocer exactamente la identidad de la persona a la que le dirigí esta carta. Sin embargo, eso a mí no me importa, pues sé que si usted, por casualidades de la vida llega en algún momento a leerme, estará enterado de que esta carta debería tener su nombre y apellido en el encabezado.

Le quiero aclarar en principio que a Luis Orlando Saiz Villamil no llegué a conocerlo. De Luis Orlando solamente sé lo que escuché decir, a través de la radio, a su madre, Isabelina, que desde el martes no puede parar de llorar por la muerte de su hijo. Sé que él era un muchacho pobre, casi tan pobre como usted o como yo, que se ganaba la vida honestamente trabajando como pintor de carrocerías. Sé que, seguramente, el martes por la mañana Luis Orlando no pensó que al salir de su trabajo por la tarde iba a terminar muriendo porque usted, señor, decidió asesinarlo.
Tengo que confesarle que creo, aunque a usted tampoco lo conozco, que usted simplemente estaba cumpliendo las ordenes de otro verdaderamente malo, y por eso no lo culpo con la severidad que debería culparlo. Sé que usted, posiblemente por ser una persona con escaso nivel educativo, no fue capaz de entender que ponerse un uniforme de la Policía Nacional no le da el derecho de acabar con la vida de nadie. Estoy convencido que si usted hace años hubiera elegido ser pintor de carrocerías y no agente de la Policía Nacional, probablemente, no se habría convertido en un asesino el día martes.
Es cierto que usted, Luis y yo nacimos en un país en el que, difícilmente, la vida ha tenido valor en los últimos 50 años. Sin embargo, y esto es clave, Luis y yo nunca llegamos a matar a alguien. 

Usted sí. Su memoria y sus manos, a partir del martes, se mancharon para siempre. Las de Luis y las mías siguen estando limpias. No sé si usted, por ejemplo, tenga hijos. Pero si los tiene dudo que les cuente con orgullo que mató a un tipo que no había cometido ningún crimen y quien, al parecer, lo único que quería hacer en el momento de su muerte era llegar a su casa para darle un plato de comida a los suyos. Tampoco sé, en caso de que usted decida contarle eso a sus hijos, ahora o en 10 años, cómo van a reaccionar ellos y qué van a pensar de su criminal padre, que es la persona que les lleva un plato de comida a la casa, con el sueldo que recibe gracias a los impuestos que pagamos personas como Luis y yo.

Personas como usted, que por ignorancia matan a inocentes, son las que hacen que Colombia nunca vaya a vivir en paz, más allá de que Santos ande por el mundo entero comentando que nuestro país sí va a estar en paz dentro de muy poco tiempo. Le prometo que me duele escribirle esta carta, pues creo que usted no es el verdadero culpable de lo que pasa, porque quiero imaginarme que la condena psicológica ya le está pasando factura. Sin embargo, señor, le recuerdo que solamente nuestros actos son los que nos dan o no nos quitan la paz personal que, tal vez el martes, tenía Luis Orlando en su ser.

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